Sobre las decisiones [y otros males necesarios]
Pues tuve una semana sumamente ajetreada. Me disculpo con los lectores habituales [que no han de ser tantos dada la nimia cantidad de comments ¬¬], pero pues uno se debe a la gente que se mete al blog a echarle una leidita a mis palabras. Esta semana estuvo algo intensa, bastante interesante, ríspida y recalcitrante [y sí, la gastritis se pone medio pendeja de vez en cuando]. Pero, paradójicamente, aprendí bastantes cosas en este lapso:
1.- No hay decisiciones buenas ni malas. Son decisiones. Afectan el rumbo y meten giros de tuerca que nos hacen cambiar de ambientes y adaptarnos.
2.- No hay decisiones inapelables. Esto implica que hay que decidir con los oídos abiertos. Cada jugador cambia la situación. Lo importante es ver por el bienestar de aquellos que depositan la confianza en la capacidad de uno.
3.- Las discusiones no destruyen: reforzan. Son los momentos para ser conciso y determinante. Son los momentos para admitir los errores, propios y del otro. Porque una situación de crisis deviene cuando hay fallas por ambas partes.
4.- Responsabilizarse es un mal necesario. A propósito de las decisiones, lo que más importa son las consecuencias. Lo más difícil de esto es la impredectibilidad del futuro. Lo que venga, hay que soportarlo al pie del cañón. El tiempo es el único juez imparcial que determina si la decisión tomada es benéfica o contraproducente.
5.- En las discusiones no hay vencedores ni vencidos. Autonombrarse ganador de una discusión equivale a buscar el triunfo propio y no el colectivo. Términos como derrotar, vencer, ganar, inferior y superior deben estar fuera del léxico de las decisiones determinantes.
6.- Los puestos de decisión funcionan, en gran medida, por instinto. No se debe entender por instinto una mera cuestión de corazonadas, sino la unión del conocimiento de la situación con la percepción del entorno. El análisis conjunto de las variables hace que uno recule o reafirme su postura.
7.- El día que algo se convierte en una carga en vez de una alegría, es hora de ir pensando en retirarse por el bien ajeno. Siempre es importante mantener presente la cuestión lúdica de los asuntos. La diversión no contraviene al profesionalismo. Los momentos de diversión sirven de contrapeso.
8.- Nunca es tarde para criticarse a uno mismo. Tras cada decisión tomada, se vuelve importantísimo volver la vista hacia atrás y notar las fallas y virtudes. El autoconocimiento promueve un mejor entendimiento del otro.
9.- La soberbia es el peor camino. Creer que uno lo sabe todo es negarse a aprender y a sorprenderse. Creerse superior es un signo de debilidad. La humildad no debe consistir en dejarse menospreciar por los otros: consiste en conocer las debilidades y fortalezas de sí mismo. Negarse a aprender del otro es negarse a crecer. Los proyectos colectivos son siempre infinitamente más grandes que la persona que los crea o dirige.
10.- Confianza. Confianza en los otros y confianza en uno mismo. Pero sobre todo, respetar, honrar y responder a la confianza de los demás. La confianza es tuerta: debe ser plena pero no carente de análisis.
Pues, éstas son algunas reflexiones que surgieron después de las tempestades [internas y externas] de la semana. Es tiempo de aplicarlas.
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